«Ella se puso a llamar, a agarrar el teléfono. Todas le decíamos: “Jefa, abra”, pero ella con el teléfono»

Por Kristhal Figueroa

El Tribunal Séptimo de Sentencia Penal escuchó las declaraciones de las testigos Ñ. y O. durante la audiencia del 29 de agosto. Ambas son policías que acudieron al Hogar Seguro Virgen de la Asunción la madrugada del incendio, el 8 de marzo de 2017. Sus relatos podrían ser claves para sustentar la acusación contra los policías Lucinda Maronquín y Luis Armando Pérez Borja.


La sala de audiencias del Tribunal Séptimo de Sentencia Penal se encuentra casi en silencio. Sólo se escucha una voz que, con una mezcla de seguridad y dolor, recuerda una jornada que, dice, es difícil de olvidar. 

La voz resuena por las bocinas. Es la de una mujer que da su declaración desde una televisión. No está en la sala por seguridad. Su identidad debe ser resguardada. Lleva mascarilla y lentes de sol. Es difícil —imposible, probablemente— reconocerla. 

Cuando termina su relato, el fiscal del Ministerio Público, los abogados de las querellantes adhesivas y los abogados defensores la interrogan. El proceso se repite con una segunda mujer, que tiene una apariencia similar. 

Ambas mujeres son policías. Las dos brindaron «seguridad perimetral» en el Hogar Seguro Virgen de la Asunción, la madrugada del 8 de marzo del 2017. El día en el que 56 niñas y adolescentes fueron encerradas en un aula que después se incendiaría y en la que 41 de ellas morirían.

No sabemos los nombres de las policías. El tribunal las presenta bajo los seudónimos de “testigo Ñ.” y “testigo O.”. Están en un juzgado de paz, desde el que las conectaron por medio de una videollamada con el Tribunal Séptimo. 

Las testigos llegaron al Hogar Seguro junto a otros agentes de la Policía Nacional Civil (PNC) aproximadamente a las tres de la madrugada. Fue el exjefe de operaciones de la PNC y sindicado en el caso, Luis Armando Pérez Borja, quien les ordenó ingresar a las instalaciones. La orden se dio a pesar de que, según recordó la testigo Ñ., la instrucción era brindar «seguridad perimetral»

 

Cuando la testigo O. llegó, las 56 adolescentes ya se encontraban encerradas en el aula, que originalmente se utilizaba para recibir clases. «Era bien chiquita, no tenía capacidad para las 56», recuerda. 

El salón tenía solo una puerta, protegida con un candado. Ambas testigos recuerdan que se abrió esa puerta en varias ocasiones durante la madrugada y la mañana: para darle desayuno a las adolescentes, para llevar a una al baño y para ingresar a otra niña que había regresado al hogar

Según la testigo O., la exsubinspectora de la PNC, Lucinda Marroquín, era quien tenía la llave del candado. También era la autoridad a la que respondían los otros policías. 

A eso de las seis de la mañana, las adolescentes solicitaron usar el sanitario. Personal del Hogar Seguro sacó a una de ellas, pero dijeron que el baño estaba sucio y no podía ser utilizado. «Dos psicólogas del hogar les dijeron que hicieran adentro del salón», recuerda la testigo O. 

Ambas testigos coinciden en que, desde su llegada al lugar hasta el momento del  incendio, no se encontraba personal del Hogar Seguro con las adolescentes

Las adolescentes les alertaron del inicio de un incendio dentro del aula: «¡Fuego! ¡Fuego!», gritaban. Según la testigo Ñ., a las agentes de la PNC les costó verlo porque las ventanas estaban cubiertas con colchones. Cuando vieron el humo y las llamas, las policías alertaron a la subinspectora

Lucinda Marroquín estaba recibiendo al grupo de agentes de la PNC recién llegado, que relevaría al anterior. «Cuando me acerco a decirle que hay fuego ella solo voltea a ver, sin hacer nada, y sigue atendiendo al grupo. Me dirigí al grupo a pedir ayuda», recuerda la testigo Ñ. 

Según ambas testigos, Lucinda Marroquín tardó entre 5 y 8 minutos en abrir la puerta del salón. «Ella se puso a llamar, a agarrar el teléfono. Todas le decíamos: jefa, abra, pero ella (estaba) con el teléfono», indica la testigo O. 

Tres adolescentes salieron del salón inmediatamente, al abrir la puerta. «Nosotros entramos rápido a ayudar a las menores y humanamente hicimos lo que pudimos. Sacarlas, llevarlas abajo, en lo que llegaban los bomberos. Regresábamos a sacar a más», dice la testigo O. 

«El humo era muy intenso, las llamas muy fuertes. No pudimos hacer mayor cosa por apoyar a las adolescentes. Cuando empiezan a contener el fuego, empiezan a evacuar a las señoritas. A todo esto, la subinspectora no estaba, se desapareció. Cuando vuelve a aparecer, indica que apoyemos y que nos coloquemos guantes», agrega la testigo Ñ.

Fue hasta ese momento que llegó el personal del Hogar Seguro, con cubetas de agua y sábanas, para atender a las adolescentes e intentar contener el fuego. 

Cuando les preguntan por las heridas que el incendio les dejó, ambas aseguran que tienen un daño emocional. «Las niñas, es algo que no se me olvida», dice la testigo O. 

El 20 de agosto de 2024, la Sala Segunda de la Corte de Apelaciones benefició a la exsubinspectora Lucinda Marroquín con libertad condicional. Era la única sindicada del caso que permanecía en prisión preventiva. 

 

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