*Con información de María José Longo Bautista
Más de siete años después del incendio en el Hogar Seguro Virgen de la Asunción, llegó el momento de que las sobrevivientes testifiquen frente a un tribunal de sentencia penal. El 14 de noviembre, la «testigo L» narró las condiciones en las que las niñas habitaban en el centro y las consecuencias del suceso en su vida.
Hoy no hay testigos presenciales en la sala de audiencias del Tribunal Séptimo de Sentencia Penal.
A través de una pantalla, y conectados por medio de una videoconferencia desde la sede central del Ministerio Público, se encuentra un juez de paz y una psicóloga. Ambos acompañan a una joven, cuya identidad es irreconocible.
Ella es una de las 56 niñas y adolescentes que se encontraban encerradas en un salón del Hogar Seguro Virgen de la Asunción, donde sucedió un incendio el 8 de marzo de 2017. Es, también, una de las únicas 15 que sobrevivió.
La «testigo L», como fue nombrada para resguardar su seguridad, tenía 17 años en 2017. Se encontraba bajo tutela del Estado, en situación de abrigo y protección, porque había sido víctima de maltrato y violencia sexual.
La situación en el hogar
La testigo vivió en el albergue estatal, ubicado en San José Pinula, por dos años. En ese tiempo, «no había recursos para que uno descansara bien. Había colchonetas rotas y sábanas que no estaban en buen estado. Pasábamos frío todas las noches», recuerda.
Según su testimonio, todos los días, las niñas y adolescentes eran despertadas a las tres de la mañana para hacer ejercicio en el campo. Luego, se bañaban con agua fría, para después hacer la limpieza.
«No había trapeador ni nada para hacer la limpieza. Nosotras teníamos que usar nuestra ropa para lavarlos inodoros y los lavamanos», explica.
En el hogar no había artículos de higiene personal, como pasta dental, cepillos de dientes, jabón y toallas sanitarias. Los sanitarios no tenían agua, por lo que tenían que acarrearla desde la pila cada vez que los utilizaban.
Las adolescentes tampoco tenían útiles escolares ni herramientas para participar en los talleres, dice.
La joven también denunció la violencia que las niñas y adolescentes vivían en el centro. «Las monitoras nos entraban a empujones, con un bastón a las que se tardaban. Nos pegaban y, a la hora de hacer la fila, teníamos que hacer sentadillas», narra.
«Ya no queríamos ese tipo de maltrato. Queríamos una buena educación, una manera estable para dormir. Hicimos ese escándalo para que nos hicieran caso y nos pusieran atención. Nosotras necesitábamos recursos y estar en un ambiente sano, no contaminado», añade.
El 7 de marzo de 2017, las niñas y jóvenes recibieron comida en mal estado. No era la primera vez, según ella. Varias se mantenían enfermas del estómago. No recibían atención médica. Por ello, decidieron iniciar una manifestación dentro del centro.
Los hechos que llevaron al incendio
La «testigo L» fue una de las jóvenes que decidió salir del Hogar Seguro. Fue una de las últimas en ser encontrada por agentes de la Policía Nacional Civil (PNC), quienes la regresaron al centro.
«Ingresé con mi muñeca izquierda lastimada porque, a la hora de que me agarraron, me pusieron bien apretadas las esposas. No paraba de sangrar. Un policía me bajó de la patrulla con una severenda patada. Su bota me quedó marcada en la cadera y la cintura. Me ardía demasiado, me sangraba igual. Al bajarme de la patrulla, una policía me pateó para hincarme», recuerda.
La testigo fue llevada a un aula, junto a otras 55 niñas y adolescentes. Adentro, se habían colocado unas 20 o 30 colchonetas para que durmieran. La puerta fue cerrada con pasador y lista para que se le colocara un candado. Afuera, eran resguardadas por agentes de la PNC.
A lo largo del juicio, otros testigos han asegurado que no era normal ni encerrar a las niñas con candado ni que la policía se encargara de su custodia.
Esa noche, las niñas y adolescentes solicitaron usar el sanitario, pero les fue negado. Optaron por orinar y defecar dentro del salón. En la mañana, se les llevó desayuno en platos de duroport.
La «testigo L» recuerda ver cómo «el fuego venía de afuera para adentro». Las colchonetas de esponja y el duroport pronto prendieron fuego también. Ella se encontraba al fondo del salón, por lo que la protegían sus compañeras, dice.
«En término de cinco minutos ya estaba todo (el fuego) extendido y ni así nos querían abrir la puerta», indica la testigo.
Las cicatrices
La testigo no recuerda cómo salió del salón. Despertó, días después, en un hospital en Houston, Estados Unidos, donde trataron a las sobrevivientes.
«Tengo muchas secuelas, tanto físicas, como psicológicas y emocionales. Antes de la tragedia, mi vida, mi cuerpo y mi salud estaban intactos. No padecía de ninguna enfermedad, pero después de lo que pasó, quedé muy afectada», dice la testigo.
La testigo tiene quemaduras desde los hombros hasta los tobillos. «Tengo quemados los pulmones, la columna, espalda, cadera, cintura, glúteos, piernas, pantorrillas», explica.
Más de siete años después del incendio, la herida en una de sus piernas no ha sanado. «Cada vez que me quito mi pantalón, primero tengo que mojar la ropa porque se me pega (con la herida) y cuando me lo despego, me vuelve a sangrar», dice la testigo.
La testigo ahora tiene dificultad para realizar las labores de la casa, subir gradas o bajar del autobús. No puede caminar recto y se cansa fácilmente, indica.
Las secuelas del incendio también afectaron su proyecto de vida. Soñaba con ser maestra de atletismo. «Pero, con la dificultad que me quedó en la pierna derecha, ya no pude seguir recibiendo mis capacitaciones y mis clases para lograr hacer mis sueños realidad», finaliza la testigo.
Segunda sobreviviente
En la audiencia del lunes 18 de noviembre se tenía programado que declarara otra de las sobrevivientes. La llamaron «testigo K», para proteger su identidad. La declaración ante el tribunal sería por videoconferencia.
Al inicio de la audiencia el fiscal Edgar Gómez informó a la jueza Vanessa Cifuentes que la testigo no podría dar su testimonio. Según contó, está embarazada y tuvo una emergencia médica que ocasionó que fuera ingresada a un hospital.
El fiscal Gómez dijo desconocer la causa específica de la emergencia y pidió a la jueza que se recibiera a la joven en otra audiencia. La jueza accedió. No se precisó la fecha en que se llevará a cabo.
El resto de la audiencia sirvió para recibir documentos como dictámenes, informes y actas de diferentes instituciones como la Procuraduría General de la Nación, la Procuraduría de Derechos Humanos y Bomberos Voluntarios.
La próxima audiencia será el martes 26 de noviembre.