Rosa tenía un sueño.
Anhelaba con fuerzas convertirse en secretaria. En gran parte, quería lograrlo para ayudar económicamente a su madre, quien lleva el mismo nombre que ella.
Rosa nació en la Zona 18 de la Ciudad de Guatemala y quienes la conocieron la recuerdan como “una niña amigable y servicial”.
Rosita — como la llamaban sus seres queridos — tenía dieciséis años cuando murió en el incendio del Hogar Seguro Virgen de la Asunción. Faltaban 12 días para que un juez confirmara la fecha de su retorno a casa.
De acuerdo a Prensa Libre, su madre había sufrido una fractura en el tobillo y la tuvieron que ingresar al Hospital San Juan de Dios. Su situación se complicó, ya que padece de diabetes, así que tuvo que permanecer un tiempo ahí. Por eso, decidió enviar a su hija al hogar, para que estuviera bajo cuidado.
Rosa tenía un sueño. Un sueño que ese 8 de marzo quedó sepultado.