Cuando Yami tenía un año perdió a su mamá. Una persona en su vehículo la atropelló y se dio a la fuga. Se quedó huérfana. Su padre siempre había estado ausente.
Yami quedó al cuidado de la familia de su mamá. Sus tíos abuelos Blanca y Emilio se encargaron de la crianza. Pese a los cuidados y la supervisión constante, no pudieron evitar que un día en una fiesta la drogaran y que fuera víctima de violencia sexual.
Era octubre de 2016. Yami estudiaba segundo básico y un día se escapó de la escuela para ir a una fiesta. Su familia activó una alerta Alba Keneth para localizarla y cuando la encontraron las autoridades decidieron enviarla al Hogar Seguro y ponerla al resguardo del Gobierno de Guatemala.
En ese hogar sufrió maltratos como todas las niñas internas. Por eso, el 7 de marzo de 2017, intentó huir con otras compañeras, pero las detuvieron y encerraron en el aula donde luego habría un incendio. Yami murió en el lugar.
Los eventos crueles en la vida de Yami no terminaron con la muerte. Su tío Emilio Marroquín buscó durante 14 días el cuerpo de su sobrina, de una institución a otra. Pero las autoridades no sabían dónde estaba y tampoco tenían identificado el cadáver.
Sus tíos eligieron un ataúd rosado y sobre la caja colocaron flores y un oso de peluche blanco con rojo. En el entierro, la familia de Yami liberó palomas como un símbolo de paz.
La muerte de Yami sigue impune. Su tío se unió al grupo de familiares que piden justicia.
“Estamos aquí para reclamar justicia y que se llegue a los juicios como debe ser. No es ninguna venganza. Queremos que quede un precedente y no vuelva a suceder lo que pasó en el Hogar Seguro. Aquí venimos a hablar en nombre de las 56 víctimas, no sólo en nombre de la niña que yo represento. Pedimos por las 56 niñas”, dijo Emilio durante la conferencia de prensa para la presentación del informe “Todavía en riesgo. Muerte y desaparición de sobrevivientes del incendio del Hogar Seguro Virgen de la Asunción”.
Yami quería ser universitaria.