La noche del 1 de septiembre de 2022, en La Nueva Fábrica, de Antigua Guatemala,en la Plazuela Central de Santa Ana, frente a la iglesia, fue inaugurada la exposición «No fue el fuego».
Esta exhibición colectiva curada por Maya Juracán reúne obras de arte que intentan sanar, que cuentan lo que ocurrió en Guatemala el 8 de marzo de 2017: un incendio en el Hogar Seguro Virgen de la Asunción en el que murieron 41 niñas y 15 más sobrevivieron con lesiones.
La exposición consta de 11 grabados, 22 fotografías, un bordado, una instalación, dos audiovisuales, dos podcast, dos fanzines y afiches para llevar. Desde las paredes blancas de la sala de La Nueva Fábrica, el arte exige justicia para un crimen que, cinco años y seis meses después, persiste en la impunidad.
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Este 1 de septiembre la exposición inicia un itinerario que durará hasta el 1 de diciembre de 2022, y llegará a tres ciudades: Antigua Guatemala, Guatemala y Quetzaltenango.
Esta exposición es una prolongación del proyecto editorial «No fue el fuego», de Ocote, que nació en 2021 como un especial de periodismo. Reunió en una redacción a periodistas, diseñadoras, desarrolladores, escritores, ilustradoras, comunicadoras y documentalistas que han dado cobertura a este caso que aún sigue impactando por su atrocidad y, sobre todo, por la lentitud de la justicia.
«Desde el año pasado, Ocote inició el proyecto periodístico “No fue el fuego”, que busca dar continuidad a la cobertura de un caso de una herida que está aún abierta. “No fue el fuego” busca seguir indagando y narrando un proceso judicial tortuoso, servir como archivo de la memoria para lo sucedido a estas niñas y adolescentes que estaban bajo el cuidado del Estado», explica Alejandra Gutierrez, cofundadora y directora de Ocote, en sus palabras de inauguración.
El trabajo periodístico se ha prolongado más allá del mundo digital para acercarse a más personas desde otras sensibilidades. La curadora Maya Juracán ha sido la mediadora en este diálogo del arte con el periodismo, logrando, sin afectar la rigurosidad de la información, añadir distintos lenguajes artísticos y participación ciudadana.
«Y, así, entramos en conversación con el arte; que nos permite ir más allá de los datos duros y de la rigurosidad. Llegar a las personas a través de lo sensible, de lo abstracto, de otras formas de interpretar y cuestionar», dijo Alejandara Gutierrez,
Agregó que «este espacio es la cruel metáfora de los lastres, el dolor, las injusticias y la impunidad de Guatemala».
Gritos de ayuda
Durante la noche de apertura, afuera, el ambiente es húmedo, el clima frío, la lluvia constante. Adentro, en La Nueva Fábrica hay calor, abunda la claridad, la lluvia se escucha, pero no se siente. La agenda de inauguración no ha empezado, las personas se dispersan para observar la exposición. Un grupo de mujeres jóvenes y una niña se concentran frente a los afiches que cuelgan. Son para llevar, uno por persona.
Las mujeres revisan los afiches: una de las piezas tiene la imagen de un laberinto que conduce al Hogar Seguro Virgen de la Asunción. Se llama El laberinto de la impunidad; otra tiene 56 huellas dactilares y el mensaje «una huella que no se borra Hogar Seguro Virgen de la Asunción»; una más, muestra la imagen de un reloj que hace referencia a los 9 minutos con 30 segundos en los que 19 adolescentes murieron entre el fuego, asfixiadas.
La niña se detiene a leer el mensaje de un afiche, con voz suave dice: «Justicia tardía no es justicia»; pasa al siguiente, observa el laberinto, lo recorre con su dedo índice derecho. Las piezas cuentan una historia que no es ajena, es parte de la historia que vivió su tía, una de las víctimas del incendio en el Hogar Seguro. La niña toma una y sigue su recorrido.
El espacio con los afiches es el inicio de la exposición, se llama Gritos de ayuda, es una creación de la artista Vekis Morales.
A la par está la obra Fuimos todas, una historia para contar y no olvidar. Está integrada por dos fanzines, dentro de los cuales hay extractos de las investigaciones periodísticas: «El laberinto de la impunidad» y «Los gritos de ayuda de las jóvenes quedaron olvidados entre papeles y expedientes», realizadas por Ocote,en 2021. La creadora también es Morales.
Frente a los afiches está Renata Álvarez, tiene 26 años, caminó por la exposición y resume el recorrido como una experiencia fuerte. «Me hizo un hoyo en el estómago», dice, mientras espera las palabras de inauguración.
«No se puede olvidar lo que pasó en el Hogar Seguro, porque no se ha hecho justicia y, hasta que no se haga, vamos a seguir recordando esta historia, no puede quedar impune. La forma en que trataron a las niñas, su historia minuto a minuto, la impotencia. Conocía un poco de la historia, pero al ver la exposición… ¡es muy fuerte!», Álvarez habla con un tono de voz bajo. La inauguración inició y se acerca a la media luna que forman los asistentes.
Alejandra Gutiérrez, directora de Ocote, sostiene el micrófono y cuenta los detalles del inicio de «No fue el fuego». A su par están Florinda Yax, coordinadora del Programa ACTuando Juntas Jotay; Rosa Gallardo, cofundadora de la Colectiva Plaza de las Niñas 8 de Marzo; Vianney Hernández, madre de Hashly Angely Rodríguez Hernández, quien murió en el incendio del Hogar Seguro; Emigdio Marroquín, tío de Yosselin Yamileth Barahona Beltrán, también víctima del incendio; y Maya Juracán, curadora de la exposición.
«Este caso representa la oscuridad, la tragedia, pero también necesitamos aferrarnos a la luz. Del horror del Hogar Seguro surgió la solidaridad de decenas de personas, la mayoría mujeres, que han seguido acompañando y exigiendo justicia. Del horror nace la posibilidad de seguir pensando en ellas y las miles de niñas y adolescentes que viven en la vulnerabilidad. Quiero pensar que estos gestos, como la exposición que reúne la energía de tantas personas, el trabajo inmenso y la entrega, traen luz. Invocan a la justicia y al cambio», dice Gutiérrez.
Mientras Gutiérrez habla, Vianney Hernández mira al techo, sus ojos están húmedos. Con las manos intercepta las lágrimas que tiene en las mejillas. Cuando habla, asegura que estas acciones le dan fuerza para seguir adelante en la lucha por la justicia, por su hija Hashly Angelie y por las demás niñas, porque no todas las mamás pueden hacerlo. Menciona a las sobrevivientes y la falta de apoyo que han recibido para reconstruir sus cuerpos.
La hija de Vianney Hernández era Hashly Angelie Rodríguez Hernández, tenía 14 años cuando murió en el incendio. Hashly anhelaba ser azafata, viajar, sentirse libre y volar. Hashley estudió como becada, creció en la zona 18, un área de la ciudad en donde la delincuencia se extiende como una plaga y afecta a miles. En su adolescencia la familia pensó que el Hogar Seguro podría librarla de las pandillas, pero murió con quemaduras en su cuerpo cuando tenía que ser resguardada por el Estado.
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La agenda de inauguración termina con las palabras emotivas y fuertes de Juracán, curadora que trabaja desde la gestión crítica de la memoria histórica en Guatemala.
«Si usted se incomoda estando aquí, si usted se siente triste estando aquí, eso es lo que buscamos. Ya no queremos ver solo a los familiares luchando, ya no queremos ver solo a algunos medios cubriendo, porque ya no queremos solo a algunos artistas cuando hay eventos como este. La justicia se busca aquí, pero también en las calles […}. Siéntase profundamente indignado para que esto no vuelva a pasar. Es un memorial en honor a la rabia y a la búsqueda de la justicia», dijo Juracán.
Los discursos de inauguración terminan y Juracán ofrece una visita guiada en la que explica cada uno de los espacios e invita al público a participar. Frente a los afiches y los fanzines, están dos pantallas con audífonos negros y al centro unos audífonos blancos. La curadora motiva a los asistentes para que tomen los audífonos y escuchen las obras: La caja, Niñas/Somos el fuego, los dos capítulos del podcast: No fue el fuego, crónica sonora.
En medio del salón, del techo, cuelgan 41 llaves que tienen el nombre de cada una de las niñas que fallecieron en el incendio del Hogar Seguro. Las llaves hacen referencia a las puertas que jamás se abrieron para estas niñas. Intentaron escapar del hogar estatal por los malos tratos y las agresiones que recibían constantemente. Las encerraron en un aula pequeña, bajo llave, como castigo. Cuando el incendió comenzó a consumirlo todo súbitamente, tardaron nueve minutos en abrirles la puerta del aula.
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El recorrido
En una de las paredes cuelga una línea del tiempo bordada con hilo, se llama Hilando historias de nosotras. La pieza invita al público a interactuar, pregunta: «¿Cómo te hubiera gustado que fuera la historia?». Dos de las respuestas son: «Sembrar 56 ceibas en honor a las niñas» y «que cada niña esté protegida, segura y sea libre para lograr sus sueños».
Con un orden perfecto, 22 fotografías registran las acciones en la Plaza de las Niñas, oficialmente conocida como la Plaza de la Constitución. Ahí se han colocado cruces, flores, zapatos, ahí se han reunido manifestantes para exigir justicia para las 56 niñas. Se espera que en los próximos días más fotografías se unan para expandir la exposición.
El camino lleva hasta el Memorial de los grabados, que ocupa el espacio más amplio. Son 11 grabados, de 11 artistas. Amaranta Barrios es la artista más pequeña del grupo, tiene 13 años, hizo un grabado en relieve/linóleo. La curadora explica que el texto que acompaña la obra de Amaranta es: «A veces nos dicen que somos malas, pero solo estamos buscando justicia».
«No fue el fuego» tiene el apoyo financiero del Programa ACTuando Juntas Jotay, una entidad conformada por organizaciones europeas. que trabajan por los derechos humanos y la justicia de género.Florinda Yax Tiu, coordinadora del programa, dijo que como organización se sienten corresponsables porque la cooperación debe contribuir a estos procesos valiosos que ayudan a sanar las heridas por medio de expresiones artísticas.
«Es una forma de colaborar a que, como sociedad civil guatemalteca, reconstruyamos nuestra historia de manera diferente, que contribuyamos a construir la justicia. Una justicia que no solo está en los tribunales, una justicia que hagamos con una memoria diferente. Que lo que les pasó a las niñas no quedé en el olvido, porque si nosotros olvidamos, corremos el riesgo de repetir esta historia, una y muchas veces más», dijo.
Yax agregó que «la justicia también nos lleva a la reparación y a una corresponsabilidad para que hagamos justicia en nombre de estas mujeres, de estas niñas, recordando y honrando sus vidas día a día».
Este no es un espacio festivo, pero sí es un espacio de agradecimiento, un espacio de memoria y otro grito por la justicia.